lunes, 5 de febrero de 2018

EL HILO INVISIBLE

Ya hemos apuntado anteriormente en este blog que Paul Thomas Anderson va configurando una carrera en la que va desarrollando un progresivo desencorsetamiento de referencias y anclajes y una mayor y más maravillosa libertad y personalidad.

En las páginas de "Amanece Metrópolis" ya celebré su anterior pelícuña "Inherent vice" como una búsqueda en una valiosa novela de materia cinematográfica, un balón de oxígeno a un cine, el actual, a veces tan endogámico.

"El hilo invisible" es un nuevo jalón en una búsqueda inquebrantable, un nuevo paso en un camino que se ha convertido en vuelo. Todo pasajero de un avión sabe que cuando las luces indican que nos podemos quitar el cinturón de seguridad es cuando estamos volando de verdad. Y con Paul Thomas Anderson ahí estamos.

Si "Inherent vice", tras su engañoso tono de hermanos Coen, estaba rasgada por una novela, aquí es la sobrenatural banda sonora de Jonny Greenwood, aderezada con clásicos, la que rasga y modula las imágenes de lo que parecía simplemente la traslación al siglo XXI de historias tipo "Rebeca" de sir atormentado y muchachita inocente.

No es eso o es muchísimo más que eso. Es una película libre y poco narrativa, no porque no cuente nada, que sí lo cuenta sino que no está simplemente destinada a un desarrollo y una conclusión como fines a lograr de la forma más eficaz y economicista posible. En ese sentido es un film a contracorriente.

El espectador no tiene más remedio que solazarse en su bellísima, sublime y perturbada ejecución, obviando hacia dónde conduce y disfrutando de la ausencia de conclusión entendida como cierre solemne de los frentes abiertos.

Primer estacazo maestro de los estrenos de 2018, lista para ratificarse presumiblemente en siguientes visionados más que para quedarse en el limbo de la duda. Quienes lamenten ese cine de guion que no deja poso visual no deberían perdérsela. Si suelo cuestionar la decisión de escribir y dirigir al tiempo aquí P.T Anderson da con la clave. Es pudoroso y mínimo con el guion, con el rechinar de las frases que escribe, precisamente para poder volar alto con su dirección.



 

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