sábado, 7 de septiembre de 2013

ROJO Y NEGRO



Le rouge et le noir
Stendhal, 1830
Destino, 604 páginas

El mayor temor que me asalta antes de escribir es que alguien espere una especializada y lúcida guía de instituto. Si usted sabe de literatura o busca información para un trabajo, deje de leer, o le pareceré despreciable, o le pareceré una pérdida de tiempo. Las siguientes líneas sólo pretenden ser comentarios informales, anotaciones en este diario de viaje de lecturas.

Los tocho-tótem son para el verano


En muchas ocasiones la historia de los veranos es la historia del clásico totémico que uno ha elegido para leerse en tan señaladas fechas.

¿Qué sentido tiene leer ciertos clásicos en el siglo XXI cuando uno navega entre la admiración y el hastío?, ¿qué poso nos dejan?, ¿para qué los necesitamos?. Creo que las primeras 200 páginas son verdaderamente admirables, todo lo referido a Madame Rênal.

Luego empieza a costar más en el seminario. El encuentro con Mathilde vuelve a animar la función, aunque es cierto que nos está narrando una pasión llena de una ociosidad y de unos pensamientos y vaivenes emocionales que resultan a veces de un irritante subido, y cuyas implicaciones son de lo que menos sentido conserva la novela, casi siempre (hay algún episodio logrado como el de las cartas de Korasoff). ¡Dios!, cuánto tiempo para pensar y para inventar sentimientos y contrasentimientos en quien no tiene nada mucho mejor que hacer.

Los sucesos de las últimas 100 páginas vuelven a dejar el pabellón en lo más alto, emocionantes, con violencia, juicios, arrebatos verdaderamente exacerbados, y al final, como sucede en muchos de estos tocho-tótem, el cariño hacia los personajes y el poso se apoderan de ti.

"Rojo y negro" es un fresco de una época, quizás sólo apunte realmente a una parte de la sociedad, el personaje de Julien Sorel, aún con su romanticismo afectado, ha trascendido el tiempo por su empuje para llegar con talento a donde se propone, más allá de condicionamientos sociales o sin poder llegar del todo a pesar de esos condicionamientos. Es una lupa aplicada a una parte de la Francia de 1830, de la que a veces hay que suponer muchas cosas o apoyarse en las notas a pie de página..

Hay algo de atractivo en pensar que su lectura es una experiencia catártica y compartida con infinidad de lectores a lo largo de casi 200 años en todo el mundo.

Y hay algo en Stendhal, a pesar de lo lejano que resulta lo que cuenta, que es de una dinamismo literario, de una inventiva y de una modernidad arrolladoras. Habrá que ir a "La cartuja de Parma", que es un libro que empecé en Roma en una época de hábitos desinflados, temo que lo que cuenta sea igual de distante, pero que la constancia con esa prosa tenga sus recompensas.

Los tocho-tótem forman parte de algunas de las mejores alegrías que dan los libros, y ese convertir una experiencia solitaria en una experiencia extrañamente vibrante y colectiva.



2 comentarios:


  1. ¡Que falta de respeto, MEIN GOTT!!... ¿¡"Tocho-Totem" dice usted?!... pues mire usted ( perdone usted ( MEIN GOTT!!... cuanta reiteración germánica!!!... ) pero es que éste su Herr Von ewl cualo ha vivido los tiempos añejos y los modernistas, con lo que ésto conlleva en cuestiones de moderneces e igualmente insulsas modas literarias, celebra cada segundo ( desde hace ya algunos años ) de la revisitación de esos grandísimos clásicos de la literatura que jamás defraudan, incluso a aristócratas; éste último año éste su Herr Graf está gozando cada página de Herr Dickens ( 800 gloriosas e ingeniosas páginas como medida literaria... ¡Viva la verborrea inglesa!! ) und Herr Hardy ( ¡AH, Wessex!! )... excelsas delicatassen literarias o el gran goce placer del ingénio del léxico, en fín... el placer de la LECTURA ( Ja!, con mayúsculas ).

    Herr Graf Ferdinand Von Galitzien

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  2. Pero qué dice, si es sólo un apelativo cariñoso, si hablo y guardo cariño inmenso por estas obras, dentro de que nunca todas y cada una de las páginas me hayan deparado el mismo placer, incluso algunos tramos verdaderas dificultades de ánimo, de que en 400, 600, 1000 páginas haya espacio para todo. Incluso en esa obra tan amada por mí de ociosos señores tuberculosos en un sanatorio germano. Celebro además su desprecio por las moderneces y me alegra saber que su monóculo sigue resplandeciendo en estos tiempos tan poco aristocráticos.

    Es el segundo que me menciona a Dickens en menos de una semana, ayer vi a Hardy en la biblioteca melenuda varias veces. Los verá, los verá por aquí.

    Reciba una de mis viejas genuflexiones devotas con acrobacia croata y tirolina final prusiana.

    PD:Menudas puyas le lanza Monsieur Henry Beyle, alias Stendahl a todo pueblo que no sea el francés.

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